Gatos acurrucados. |
Pasear por Coculina en los albores del invierno ofrece al
viajero improntas únicas que merece la pena compartir. Con las nieblas
matutinas entre las que se vislumbra un paisaje bucólico, se tiene la sensación
de estar en un lugar mágico y que según se baten en retirada, la luz va dejando
al descubierto momentos únicos.
Corzo y buitre en los montes de Coculina |
Se pueden uno topar con cuatro asustadizos corzos que huyen
ladera arriba en cuanto se sienten observados, o con la tranquilidad de un
buitre que apostado en los riscos de la peña San Cristol otea el paisaje
disfrutando de la paz y el silencio, solo roto por el girar de los
aerogeneradores.
Corzos saltando y un buitre solitario.
El verdor de las plantas perennes que colonizan suelos y
rocas contrasta con los esqueletos de los árboles que ya han perdido su hoja y
que han impregnado la superficie con un manto marrón y ocre.
Fuente del Barrio de Arriba. |
A pesar de un periodo de ausencia de lluvias, la naturaleza
nutre de humedad las plantas y suelos dando ese frío al ambiente propio del
invierno, que cala en los huesos y obliga a las necesarias prendas de abrigo.
Musgo invadiendo un muro de piedra en el Barrio de Abajo. |
Un paseo por las calles del pueblo, donde el humo de las
chimeneas hace notar la presencia humana, a veces esquiva durante el caminar,
hace recordar con nostalgia aquellos momentos pasados de la historia donde las
aldeas estaban rebosantes de gentes y vida.
Calle del barrio de Arriba entre la niebla.. |
Escalinata.. |
Y como siempre la iglesia, testigo mudo el devenir de los
siglos, insignia de Coculina, cuya hermosa arquitectura destaca sublime sobre
el paisaje haciendo sentir inmortal al viajero.
Visión de la Iglesia desde la carretera con la niebla en retirada. |
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